
03 Ene CUBA
Viajar por placer es uno de mis muchos vicios, en esta ocasión quería compartir aquí, no cosas que he visto en mi última estancia en La Habana porque tendría que dedicarle mucho tiempo y no lo tengo, si no, una visita muy especial que hice y que ha conseguido afianzar en mi esa idea o ideal de casa perfecta, que como Interiorista busco o por lo menos intento.
Este maravilloso sitio que no he conseguido quitarme de la cabeza , tampoco lo pretendo, se llama La Vigía, hasta aquí alguno ya no va a necesitar mas explicaciones, pero yo sigo porque es un sitio que todos deberían conocer, aunque sea en la distancia.
La finca La Vigía se localiza al sureste de La Habana en un pueblo encantador llamado San Francisco de Paula, se encuentra en un alto desde donde se domina el puerto de La Habana , la situación era estratégica ya que en ese mismo lugar a finales del XIX tuvo emplazamiento un puesto de vigilancia del estado español, de ahí el nombre de la finca. En el año 1887 un arquitecto catalán llamado Miguel Pascual la adquirió, construyendo la casa que ahora ocupa, la disfrutó hasta 1903 año en que la vendió. En 1939 y después de pasar por varias manos, Martha Gelhorn, la tercera esposa de Hemingway la descubrió en un periódico de anuncios clasificados y convenció a su esposo para que la comprara, harta de hospedarse en el Hotel Ambos Mundos. Hemingway la adquiere un 28 de Diciembre de 1940 por 18.500 pesos.
La finca tiene casi cuatro hectáreas y varias edificaciones, la casa, la torre vigía, el bungalow de invitados, la piscina con vestuarios y una añadida posteriormente que protege el yate Pilar.
La casa está rodeada de terrazas y grandes ventanales, la distribución gira entorno a un gran salón con chimenea al que se accede desde todas las dependencias, todo discurre en una única planta excepto la zona del servicio que se sitúa en un nivel inferior, el mobiliario es sobrio, práctico y en su justa medida, todo parece dispuesto para acomodar los gustos de su morador, miles de libros, 9.000 dicen, dispuestos en estantes hasta en el cuarto de baño, una magnífica colección de vinilos y un tocadiscos con un disco de Benny Goodman colocado en el plato, trofeos de caza, que no comento, y un mueble bar bien surtido.
La torre vigía fue un añadido posterior a la compra y acabó convertido en cuarto trastero y casa de los gatos, ya que Hemingway convivía con unos 50 gatos. La idea de trasladar el estudio a la última planta no creo que le hiciera mucha gracia a posteriori porque las escaleras resultan bastante incómodas en todas las viviendas y este se encontraba en una tercera exactamente.
La piscina se encuentra en zona sombría y fresca, incluye dos edificaciones simétricas donde se encontraban los vestuarios y algo que me emocionó sobremanera fue encontrar un pequeño cementerio de fieles perros que habían ido abandonando a su dueño a lo largo de los veinte años de estancia en la casa, el cementerio no se encuentra escondido, preside la piscina y es conmovedor.
Cuando visitamos una casa que no es la nuestra, nuestra mente se pone a trabajar e intenta sacar conclusiones del modo de vida de su morador y las relaciones que existen entre su casa y lo que sabemos de este. En este caso, esta casa es tan perfecta que podría pertenecer a cualquier persona que comparta gustos y manías con Ernest Hemingway, yo me incluyo. La necesidad de aislarte, pero a la vez estar en el centro, la necesidad de luz, la necesidad de dar a nuestras prioridades y aficiones un espacio, la necesidad de ser práctico, práctico, práctico, la necesidad de orden no forzado, la necesidad de cosas duraderas y no frágiles, la necesidad de mantenimiento cero, la necesidad de compartir. Todo eso convierte tu casa en un espacio único y perfecto. Yo ya la he encontrado, se llama Finca Vigía y está en Cuba, una pena que no esté en venta.
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